Una rosa amarilla de Texas

Carmen de Lirio, Casto Sendra, Gabino Diego

Volvemos al interior de la iglesia del pueblo. La Misa continúa. Los fieles
permanecen arrodillados en el más respetuoso silencio. Don Andrés muy
bajito dice: «Hoc est enim corpus meum». Doña Rocío, en voz baja,
comenta al americano: «Ya verá el alzamiento de hostia que me hace este
hombre». El sacerdote hace una genuflexión que el monaguillo subraya
tocando la campanilla y luego eleva la sagrada forma. En ese momento la
totalidad de los feligreses se ponen en pie y prorrumpen en un cálido y
unánime aplauso acompañado de vítores y alabanzas. Una muchacha
americana comienza a cantar la vieja canción de los pio­neros «The
Yellow Rose of Texas». Sus compañeros, con el celo de un coro
profesional ylas gorras en las manos, la siguen con devoción patriótica.
(El guión indicaba que los estudiantes entonaban el himno de su
universidad). En un momento de tanta emoción los fieles católicos suelen
entonar «Dueño de mi vida» o «De rodillas, Señor, ante el Sagrario»,
por lo que resulta relativamente normal que los jóvenes de Eaton no
sepan reprimir su impulso y recurran a una de las piezas más valoradas
de su folklore popular.

Rodaje en ermita de Belén (Liétor).